sábado, 10 de enero de 2009

Natación


Empezando las vacaciones nos llamaron de la piscina de Canet. De nuevo aceptaban a Carmen para volver a intentar aprender a nadar.

Es una noticia de pronóstico reservado. ¿Lo conseguiremos esta vez? ¿Empezaremos con recelo y abandonaremos a los cuatro dias?

Por si acaso lo tomaremos como si fueramos a triunfar totalmente. Voy, nos apunto, busco equipamiento y a empezar con convencimiento.

Nuevo traje de neopreno para Carmen. Gafas de nadar. Zapatillas. Que no falte de nada. A comprarlo con ella. Que se implique.

Para acabar de liarnos me apunto con ella a Natación Familiar. Ella juega con un monitor en una calle lateral y yo intento no ahogarme a las órdenes de una monitora por las de enmedio.

Además mis sobrinos nadan a la misma hora. Una gran sinergia.

8 de Enero. Día más frío en muuuuuchos años. Previo de la gran nevada de Madrid. Llamada de teléfono: los sobrinos no nadaran hoy. Todo empieza a torcerse.

17:30 hora zulú: Salir del tajo con el equpaje previamente preparado la noche anterior en el coche, coger a Carmen al vuelo en casa de mi padre que me la recoge de la escuela, sortear el tráfico hasta Canet, aparcar, cambiarnos y estar al borde de la piscina a las 18:00 hora zulú.

Con precisión militar desarrollo la operación y me meto en el agua a las órdenes de mi monitora mientras miro de reojo a Carmen como evoluciona entre un rubio que no para de llorar y otro ¿niño? un poco más avezado. Parece que la cosa funciona. Yo intento no ahogarme ni reirme. Mi monitora quiere que caliente haciendo 200 metros. M mirada me delata. Me dice que no pueden ser corriendo alrededor de la piscina. ¡Tienen que ser nadando!

Carmen no llora. Eso es lo realmente importante. Se lo pasa bien incluso.

Con gran esfuerzo acabo el primer largo (25 metros). Me siento fatal. Lucho por no llorar. Devuelvo mis pulsaciones a límites aceptables y afronto el largo de vuelta para completar mis primeros 50 metros.

Con el tiempo el reloj llega a las 18:45 con gran esfuerzo y nos vamos a la ducha. ¡Carmen se lo ha pasado bien! Esto no significa nada. Pero es un buen comienzo. Lucharemos dia a dia.

Que aprenda a nadar, además de una cosa necesaria viviendo al lado del mar o no, es una premisa imprescindible para poder subirla alguna vez a un kayak y darle así la oportunidad de disfrutar con lo mismo que disfruto yo.

De paso me permite añadir hora y media de actividad física a mi escasa actividad deportiva. A ver si puedo recuperar algo de fondo. O de forma. O algo o algo.

1 comentario:

  1. desde mi experiencia, no es imprescindible que un niño sepa nadar para ir en kayak.


    Lo realmente imprescindible es un chaleco infantil de calidad, cosa que fallaba en muchos niños que he visto en el agua.


    Eso, y las ganas de mojarse en un trozo de plastico, son los ingredientes básicos.


    Saber nadar es conveniente para no tener miedo al agua....... y aprender, una forma divertida de pasar el invierno.

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